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Te comunicaba, amor,
que tanta furia de tí
ni merece la pena ni la verdad de mi olvido
Si tuvimos paredes abiertas
a los eclipses tendidos
y a sus redes,
nuestros pasadizos, al vivir enamorados de la sombra,
no supieron diferenciar la ténue claridad de lo celeste,
en el registro más grave de la luz
ni en la agonizante cruz
de su atormentada hendidura
Ni la opacidad blanqueada
por el milagro fugaz y casual de tenerte
me dio cobijo, u hospedaje en su cuna,
con el andamio vital de la suerte,
porque, la magia
y nuestros letárgicos duendes,
dormitaban su dorada luna de miel
sobre el lecho nupcial de la muerte
Por eso es que, hoy,
ya sólo hago historia de ti
Rosa Iglesias
7 mayo 2011
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